En los tiempos que corren, se impone el discurso de que esta
crisis la hemos provocado entre todos, que todos tenemos la culpa por haber estirado
más el brazo que la manga y porque todos hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades.
Reconozco que me apunté pronto a este discurso, sobre todo,
cuando llegó el momento de hipotecarme. Hice cuatro números y como no me
cuadraron las cuentas, decidí vivir de alquiler. Entonces me decían que estaba
tirando el dinero, los mismos que podían comprarse un estupendo dúplex soleado
de 120 m2, con terraza, parking y trastero. He disfrutado de las
vacaciones que me he podido pagar, sin grandes pretensiones ni safaris exóticos
en la otra punta del mundo. No me compré un televisor de plasma de 50 pulgadas
para el salón ni otro de 40 para el dormitorio. Justo lo necesario para adaptarme
a la era digital, incluso aprovechando mi viejo combo de tubo acoplado a un
decodificador TDT (tal vez tenga que replantear el despilfarro energético de
mi instalación). Puedo permitirme los gastos de mi coche (intento ir caminando
al trabajo por la libertad que me da el paseo, pero eso es otra historia y no
tiene nada que ver con la crisis). No tengo grandes gastos telefónicos, ni
tengo un SmartPhone último modelo (pronto caerá uno, que remedio… el mío de
botones no tiene guasap y ya no me
llaman los amigos del pádel) y así con todo, sin quejas, porque he podido hacer
lo que he querido cuando he querido y disfrutar de ello.
Ahora mi amigo, el del dúplex, se ha quedado sin trabajo y
como todo el sueldo de su mujer y parte del suyo, lo gastaban en la hipoteca,
no puede hacer frente a los gastos y ha reclamado a su banquero la dación en
pago. El amable chico de la oficina, le ha enseñado el contrato, con letra
pequeña y todo, esa que el notario se olvidó de leer y resulta que sus padres avalaron
el préstamo, así que, o paga lo que debe, o el banco se queda con su casa y la
de sus padres. Mi amigo se siente estafado por el banco y está “indignado” con
políticos y banqueros, pero el chico de la oficina, que ya no parece tan
amable, le he dicho que él no tiene la
culpa de su ignorancia financiera.
Pues la historia de mi amigo, me ha hecho reflexionar y me
he dado cuenta de que yo no he tenido nada que ver con esta crisis y, sin
embargo, la estoy pagando cada día. Mi sueldo no sube en proporción al
IPC,
aunque mi alquiler si lo hace y como al dueño del piso le han subido el IBI,
también me lo aplica en proporción. Me han subido el IVA, tengo que pagar más de
un 7% por el mismo consumo de luz y agua, mi Ayuntamiento se ha inventado una
tasa por la recogida de basuras y el combustible del coche ahora me cuesta un 12%
más (céntimo sanitario incluido). Así que realmente, ahora tengo un 10% menos
de ingresos netos, pero no me puedo quejar, soy un privilegiado si me comparo
con mi amigo.
Claro, mi amigo, el
ignorante
financiero, el culpable de la crisis, el que ha vivido por encima de sus
posibilidades… ¿Sí? ¿Seguro? Pues ahora
creo que a mi amigo le vendieron una
hipoteca
Coca-cola y no por pegajosa, si no porque no hay quien entienda su
composición y porque también tiene una fórmula secreta para calcular el
EURIBOR.
Será porque la
Coca-Cola
es un producto cotidiano de hoy en día, pero nadie espera que me convierta en
licenciado químico para entender si esas misteriosas E-’s, acabaran con mi vida
de una forma más o menos rápida. Todos entendemos que de nuestros impuestos,
una parte se dediquen a velar por nuestra salud. Si me intoxico con una
Coca-Cola, ¿alguien podría culparme de mis
escasos conocimientos químicos? Entonces, ¿porqué hemos aceptado que todos debemos
ser expertos financieros y entender lo que significa eso de los Swaps, los
Clips, los derivados, los futuros o los Warrants?. Ingredientes que forman
parte de la fórmula financiera que le propuso el chico de la oficina a mi amigo
y que, seguramente, tampoco sabía que ese cóctel era altamente explosivo. Por
eso sus
jefes, decidieron presentarlo
en forma de un
seguro muy ventajoso
para
clientes preferentes, con
nombres tan amables como
cuota segura,
contrato de cobertura o
cobertura de tipos (recomiendo que
vuelvas a leer el contrato que firmaste en la última revisión de la hipoteca).
Si entendemos el ejemplo, es momento de señalar al
responsable y no me refiero a mi amigo, si no al gobernador del
Banco de España, D. Miguel Fernández
Ordóñez, en el cargo desde julio de 2006, que, además de emitir billetes y
estadísticas, tiene la función de
supervisar el buen funcionamiento financiero para que nadie me
cuele una receta financiera llena de
productos tóxicos. Sin embargo, se dedicó a reclamar la reforma de
las pensiones o la reforma laboral entre otras cosas que, claramente, no eran
temas de su competencia.
Estoy dispuesto a pagar la parte de crisis que me
corresponda, pero antes, quiero que los responsables admitan sus errores y
participen de los sacrificios, porque otra cosa me parece una tomadura de pelo
tapada con cortinas de humo para mantenernos distraídos, pero cuidado, que la
paciencia tiene un límite, la Liga esta terminando y se acerca el 15-M.
Y ahora, ¿prefieres el agua o la Coca-cola? Para leer sobre algunos mitos de la Coca-cola pincha
aquí.
Nota: aunque esta historia podría ser cierta,
cualquier parecido con mi realidad personal es pura coincidencia. Es sólo una
ficción para reflexionar, para nada biográfica.