miércoles, 21 de marzo de 2012

Día mundial del árbol

Pocos días de, me gustan tanto como este. Un día para recordar que formamos parte de la naturaleza y no al revés. Parece mentira el poco respeto que algunas sociedades muestran por su entorno, algo que va directamente relacionado con el nivel de educación y desarrollo del país. Así es, mientras los países más avanzados, han entendido que la explotación responsable de los bosques beneficia a la sociedad, otros se mantienen ignorantes pensando que son inagotables o imponen erróneas medidas de protección, que sólo consiguen el abandono de los bosques a su suerte. 



El planeta pierde al año el bosque equivalente a la superficie de Aragón

Aunque no hay motivos para la euforia, ya que la tasa de deforestación continúa siendo alta en muchos países, incluso en zonas de bosque no alterado por la actividad humana, algunos datos permiten ser optimistas al respecto y romper algunos tópicos como los que relacionan directamente industrias como la papelera con la destrucción de masa forestal (a excepción de Indonesia, claro: puedes ver el informe de GreenPeace sobre el caso de Sinar Mas aquí).

En la última década (2000-2010), cada año se han talado, de media, 13 millones de hectáreas de bosque, lo que supone en términos netos, la pérdida de 5.200 Km2, una superficie similar a la de Costa Rica o algo superior a la de Aragón. Las principales causas las encontramos en la conversión de selvas tropicales en campos agrícolas, explotaciones ganaderas y forestales. A pesar de ello, la cifra representa un descenso con respecto la década anterior (1990-2000), cuando la destrucción era de 16 millones de hectáreas. Esto significa que, por primera vez, se ha podido demostrar que la tasa de deforestación mundial, se ha frenado en términos absolutos un 37% en la última década.

Durante los años 90, la única región que experimentaba ganancias era Europa, mientras Norteamérica se mantenía estable. Brasil e Indonesia, registraron las mayores pérdidas y, a pesar de haber reducido las talas, siguen siendo claramente insostenibles. Ahora también presenta un balance positivo Asia oriental (sobre todo, por China), Norteamérica, Oriente Medio y norte de África. Los países han mejorado sus políticas y legislación forestal, asignando bosques para uso de comunidades locales y pueblos indígenas y para la conservación de la biodiversidad biológica. El problema principal, sigue centrado en Sudamérica y África, donde se dan las mayores pérdidas netas.




Pobreza igual a deforestación

Esta ecuación se cumple a raja tabla en África, con cuatro países entre los 12 con mayores niveles de destrucción: Nigeria, Tanzania, República Democrática del Congo (ex Zaire) y Camerún. Esta pérdida es debida principalmente a las explotaciones de madera de calidad, la extracción de leña, la explotación minera y la apertura de infraestructuras. Esta dramática situación contrasta con las ganancias netas de Asia, básicamente gracias a China, India, Vietnam, Filipinas y Bután.

China a hecho una apuesta clarísima por la reforestación con una política a largo plazo, se han plantado bosques sobre todo en el oeste para actuar como frontera y parapeto ante el avance del desierto y evitar tormentas de arena. También se ha sembrado en el sur, en las zonas altas de los ríos, que suelen generar muchos problemas de inundaciones en la agricultura.

La tendencia demuestra que los países que emergen económicamente frenan su deforestación. Al haber más recursos, la presión sobre los bosques se reduce, la agricultura se intensifica y se abren paso las políticas forestales. En cambio el retroceso sigue siendo grave en países pobres, como en Pakistán, Sri Lanka, Nepal o Bangladesh.

La tradicional ecuación que relaciona la deforestación con países tropicales y pobres, ha dejado de cumplirse. Tenemos el ejemplo en Argentina, un país que no puede decirse pobre y que pierde al año 246.000 hectáreas, más que la provincia de Vizcaya, debido en gran parte a los cultivos de soja y otras plantaciones para la exportación. Niveles de destrucción similar se dan en países como Uruguay, Paraguay, Ecuador, Bolivia, Perú y Venezuela, donde se ve el territorio como algo ilimitado y cuesta entender que la tierra es finita.


España ha duplicado su masa forestal

El gran problema en España siguen siendo los incendios que cada verano arrasan centenares de hectáreas. Pero, a pesar de ello, España es el país europeo que más ha aumentado la superficie forestal en los últimos cinco años y el cuarto país del mundo que más masa boscosa ha ganado en los últimos diez años, según datos comparativos ofrecidos por la FAO. Sólo China, Estados Unidos e India muestran mejores resultados.

España ha crecido a un ritmo de 176.000 hectáreas anuales, debido a repoblaciones históricas y, sobre todo, a una expansión espontánea de los bosques, a costa de campos agrícolas abandonados. Esto ha permitido ganar 4,3 millones de hectáreas en los últimos veinte años, con lo que el inventario nacional ha pasado de 14 millones a 18 millones de hectáreas: 180.000 Km2, que representa un 36% de todo el territorio.

Estos datos nos sitúan en la media europea y podemos compararnos con países como Portugal, Francia, Italia o el Reino Unido. La enorme incidencia que tienen cada año los incendios forestales, es la muestra de una expansión del bosque desordenada y sin una gestión económica que lo haga rentable.


Financiación para el cuidado de los bosques: un tema pendiente.

Para la mayoría de países, incluyendo España, conseguir una vía de financiación que garantice el cuidado de los bosques, continúa siendo una asignatura pendiente, ya que sin recursos económicos para su conservación (limpieza de matorrales, adecuación de caminos, podas adecuadas…), los bosques, normalmente en manos privadas, están condenados a sufrir incendios periódicos, como síntoma de abandono.

Algunos países han tomado la iniciativa y se han convertido en modelos de referencia. Es el caso de Costa Rica, que cada año gana más de 23.000 hectáreas de bosque. Esto lo consiguen con unas inversiones de 14 millones de dólares garantizados por la ley de biodiversidad, que se nutre básicamente de un gravamen  por la entrada en los parques naturales y un impuesto en la gasolina. Este modelo, demuestra que disponer de un fondo financiero permanente, es la manera de mantener la protección de los suelos y compensar la biodiversidad a los propietarios, como comenta Eduardo Rojas, director de la FAO.


Tu papel es el centro de atención

Todos podemos aportar nuestro granito de arena en la conservación de la naturaleza y, a menos que seas coleccionista de muebles exóticos, seguro que puedes encontrar a tu alrededor objetos relacionados con los árboles, que se pueden utilizar de una manera responsable. Me voy a centrar en el más cotidiano que, precisamente por eso, en ocasiones se vuelve invisible. Me refiero al papel, que lo podemos encontrar por todas partes en forma de revistas, libros, diarios, higiénicos, embalajes, bolsas, libretas, billetes,… la lista es infinita.

Lo primero que quiero explicar es lo más difícil, ya que pretendo romper algunos tópicos sobre el papel, especialmente, con su reciclado. No voy a explicar ahora como se fabrica el papel, que seguro me dará para un extenso artículo, pero hay que entender que para fabricar una hoja de papel, necesitamos transformar la materia prima, la pasta, que la podemos encontrar reciclada o virgen. La pasta reciclada la podemos fabricar con el papel que tiramos en el contenedor azul y para fabricar la pasta virgen, necesitaremos cortar un árbol y transfórmalo. Es en este punto donde encontramos el principal error en el imaginario colectivo, porque el siguiente principio: para hacer papel necesito cortar un árbol, consumir mucho papel equivale a cortar muchos árboles y por lo tanto, deforestamos bosques, no es correcto. Esto supondría una tala indiscriminada, que agotaría los recursos y, por lo tanto, tarde o temprano, el fabricante de papel se quedaría sin materia prima y tendría que cerrar, así que el principal interesado en que sus recursos no se agoten, es el propio fabricante. Esto podemos observarlo claramente en países del norte de Europa como Finlandia y Noruega.

Por otro lado, no está claro que reciclar papel sea mejor que producirlo nuevo, por lo menos, desde el punto de vista de balance energético y emisiones de CO2. Con esto no quiero decir que no se deba reciclar, todo lo contrario. Si tengo que elegir entre reciclar papel o dejar que llegue al vertedero, elijo reciclarlo. Pero si tengo que elegir entre papel reciclado (mal llamado ecológico) o virgen, prefiero el papel de pasta virgen.

Eso sí, teniendo en cuenta las siguientes consideraciones:

-        El papel que se fabrica en Europa, también en España, se hace de manera responsable (prefiero utilizar el termino responsable, ya que la palabra sostenible ha perdido su auténtico valor en los últimos años), lo que implica considerar tanto los procesos productivos, minimizando el consumo de agua, vertidos de DQO y TTS en los efluentes, consumo de energía específica, emisiones de CO2 y vertidos de fangos, como el uso de materia primas procedentes de bosques bien gestionados.
-        El papel se deteriora, por lo que puede reutilizarse una media de 6 veces y siempre aportando un 10% de materia virgen, aunque nos digan que es 100% reciclado. Además, un 19% del papel no se puede reciclar, porque lo guardamos, como en el caso de libros y fotografías, o lo destruimos como en el caso del papel higiénico y cigarrillos.
-        El papel reciclado, no tiene porque ser más caro que el papel de pasta virgen, ya que los costes de producción que más afectan son los energéticos y los de materia prima, que cambian en función de la disponibilidad (entre otros factores). Aunque varía en el tiempo, lo normal es encontrar la pasta reciclada más económica que la virgen, cosa que no justifica un mayor precio en el producto final. El único argumento creíble, es que el precio de la pasta reciclada se incrementa en el ineficaz proceso de recolección, sobre todo, en el transporte desde el contenedor a la planta de reciclado y su posterior clasificación.

Una vez aclaradas estas consideraciones, lo realmente importante es comprar papel que provenga de buenos bosques, que son aquellos cuidados por propietarios responsables y, por tanto, se encargan de protegerlos de forma natural. ¿Y cómo puedes saberlo? Pues como siempre elige un fabricante o marca de confianza, pero si lo desconoces, puedes fijarte en el envoltorio en busca de diferentes indicaciones:

-        ISO 14001 o EMAS, distintivos de calidad que garantizan que le empresa ha tenido en cuenta el medioambiente en su gestión.



-        Busca etiquetas como Ecolabel, que certificarán productos con un bajo impacto ambiental en su ciclo de vida.


-        O mis preferidos, los certificados PEFC y FSC, que nos garantizan una materia prima de bosques aprovechados de forma racional, libres de cloro, cuidando la biodiversidad y la cadena de custodia en todo el proceso, desde el árbol al producto final.


 

  
Al final un pequeño gesto que no afecta a tu bolsillo, pero que en su conjunto es muy beneficioso. Feliz día mundial del árbol.


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